viernes, 20 de diciembre de 2013

Capítulo 1




La noche estaba cubierta de estrellas que miraban impotentes hacia aquel pequeño barrio de Apple valley. Había una brisa que helaba la piel, que hacía que un escalofrío recorriera tu cuerpo hasta acabar en tu nuca.

Ana caminaba a paso ligero porque aquel día se había puesto pantalones cortos. Era octubre, aun no había sacado la ropa de invierno de sus cajas. La nariz empezaba a congelarsele y conforme más rápido iba más fuerte chocaba el viento contra ella. Su melena, recogida en una cola alta caía sobre sus mejillas con rebeldía a causa del viento. Aquella chica caminaba sola y rápido deseando llegar a su casa para poder ducharse tras un largo día de trabajos  y apuntes antes de la época de examenes. Aquella chica no sabía que no volvería a pisar sus pasos, que no volvería a sentir la nariz congelada.
Tras veinte minutos de calles y atajos Ana posó su mirada sobre la figura de alguien que se había percatado de su llegada y se dirigía hacia ella.

- Buenas noches, Anita.

Ana sonrió, le encantaba esa visita, le encantaba ese olor tan peculiar y que le traía tantos recuerdos.

 - Buenas noches, señor Don misterioso.

El hombre se acercó a ella y la agarró por la cintura suavemente mientras Ana apoyaba su mentón en el pecho de aquel hombre que le traía tantos recuerdos.

- ¡Anda. pero si aun sabes bailar! Así se hace... hombretón. - Ana soltó un beso a aquel jersey que desprendía ese olor que tanto le gustaba.

- Estás helada, Anita. ¿No tienes frío?

- Mucho, pero este baile merece la pena, vamos a quedarnos un poquito más.

- Niña consentida...

Nuestro desconocido y Ana durante unos segundos se quedaron en silencio reacreándose en aquel momento infinito para los dos, donde compartían sentimientos y sentidos que los hacían unirse más entre ellos, como dos lazos entrelazados.

- Hacía mucho que no bailabamos juntos, eh.

- Mucho.

- Aun con este frío... me siento bien. Haces que me sienta bien.

- Tú tambien, Ana.

- ¿Ana? ¿Y mi Anita, ya me ves demasiado mayor para seguir llamandome Anita?

- ¿Sabes lo que me gusta?

- ¿Qué?

- Me gusta bailar con los muertos. - Ana frunció el ceño, no acababa de comprender las palabras de aquel desconocido para nosotros, estaba asimilando cada sílaba. La imagen de algo frío y punzante llegó a su cabeza como un estímulo, algo que estaba, en ese momento, atravesando su abdomen. El frío desapareció de su cuerpo y una quemazón se empezó a extender desde su estómago al resto de su cuerpo, de sus extremidades.

- ¿Q... q... qué... ?

- Ahora sabes lo que todos sintieron. Mi Ana, mi querida Ana. - Los ojos verdes de aquel corpulento hombre brotaban lágrimas sin cesar. Él no quería hacer eso, pero sabía que entre sus brazos sostenía el cuerpo, ahora moribundo, de Ana, y que era lo que bajo su ética, debía hacer. Lo que más le aterrorizaba no era que estaba matándola, sino que deseó haberlo hecho mucho antes. Antes de que Anita se convirtiera para siempre en Ana.


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